Las ocupaciones incluyen dimensiones y elementos fundamentales para las personas, grupos y poblaciones, ya que están directamente vinculadas con las necesidades, los dominios de salud, la identidad y el sentido de competencia (Federación Mundial de Terapeutas Ocupacionales, 2019). La naturaleza ocupacional de los seres humanos y la importancia de la identidad ocupacional, el desarrollo de una vida saludable, la participación productiva y el logro de propósitos satisfactorios para una vida independiente son ejes asociados al disfrute de los derechos humanos.
La legislación española, alineada con los diferentes pactos internacionales, reafirma estas y otras medidas en cuanto al derecho a la formación y al empleo (CE, 1978; CIDPD, 2006; AOTA, 2020). Sin embargo, las personas con problemas de salud mental están definidas como uno de los grupos sociales con mayores niveles de riesgo y déficits en cuanto a oportunidades para el bienestar, la salud y la participación, especialmente en los procesos de desarrollo profesional, inclusión laboral y apoyo al mantenimiento de un puesto de trabajo (Sánchez, Polonio y Pellegrini, 2013).
Además, las tasas indican brechas relevantes en el desarrollo profesional, con tasas de empleo reducidas, por debajo del 25%, y niveles bajos de formación continua a lo largo de la vida. Estos datos se han visto incrementados a nivel global debido a la pandemia de COVID-19 (Cátedra Contra el Estigma, 2020).
Sin embargo, el diseño de programas especializados de apoyo a la inclusión formativo-laboral ha mostrado resultados positivos. En las personas atendidas en estos programas, las tasas de inclusión formativa superan el 60%, al igual que las tasas de acceso y mantenimiento del empleo, lo que evidencia la eficacia de estos programas para mejorar la participación laboral y formativa de las personas con problemas de salud mental.