Las tecnologías de información y comunicación (TICs) se han convertido en una de las principales vías de comunicación e intercambio de información, ocupación, ocio y conexión con el mundo.
La información se ha transformado en el eje promotor de cambios importantes en la estructura económica, social y cultural, así como en el conjunto de las relaciones sociales.
La pandemia ha acelerado este proceso, limitando el tiempo de adaptación y generando una mayor dependencia de su uso. Como consecuencia, la brecha digital se ha acentuado especialmente en personas con enfermedad mental, debido al evidente impacto socioeconómico y socioeducativo.
Con esta antesala, nos encontramos en un escenario donde el acceso a los medios tecnológicos y su uso impactan directamente en nuestra vida diaria.
El acceso y aprendizaje de los dispositivos tecnológicos constituye, por tanto, una fuente de impactos a nivel psicosocial que contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas con enfermedad mental.
La implantación de programas destinados a la adquisición de competencias tecnológicas resulta muy eficiente en numerosas dimensiones de la calidad de vida del usuario, favoreciendo además su adaptación social.